miércoles, 13 de febrero de 2013

EL ARREPENTIMIENTO


Una Definición de Arrepentimiento
Según el Diccionario Webster, arrepentirse significa “dejar el pecado y dedicarse a la corrección de la vida de uno; sentir remordimiento o contrición; cambiar de actitud.”  La palabra griega es metanoeo, que significa literalmente “percibir después” y “de modo que significa cambiar la actitud o el propósito de uno.”  En el Nuevo Testamento esta palabra siempre indica un cambio para lo mejor.
Muchos teólogos nombran tres aspectos necesarios del arrepentimiento: un cambio intelectual (cambio de ideas), un cambio emocional (cambio de sentimientos), y un cambio volitivo (cambio voluntario de propósito) Esto corresponde al mandamiento de la Biblia de amar a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra mente, y con todas nuestras fuerzas (Marcos 12:30). Básicamente, entonces, el arrepentimiento es un cambio de mente, de corazón y de dirección.
Muchas referencias de la Biblia afirman esto. Dios escogió a Pablo como un predicador a los gentiles “para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios” (Hechos 26:18). Pablo cumplió esto al predicar que todos “se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento” (Hechos 26:20). Una de las doctrinas fundamentales de la iglesia es “el arrepentimiento de obras muertas” (Hebreos 6:1). En el contexto de la predicación bíblica, entonces, el arrepentimiento es una vuelta del pecado hacia Dios.
En un sentido amplio, el arrepentimiento puede significar todo lo que acontece cuando el hombre deja el pecado y se vuelve a Dios, y esto incluye el bautismo en agua y el don del Espíritu Santo. Por ejemplo, al oír que Cornelio y su casa habían recibido el Espíritu Santo y se habían bautizado en el nombre de Jesús, los cristianos judíos “glorificaron a Dios diciendo: ¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!” (Hechos 11:18). La mayoría de los pasajes, sin embargo, usan la palabra de una manera más restringida, para referirse al primer paso para dejar del pecado y volverse a Dios, que ocurre antes del bautismo en agua y del don del Espíritu (Hechos 2:38). Esta es la definición que usaremos en este capítulo.
En este sentido, el arrepentimiento es una transformación radical de mente, de actitud, de convicción y de dirección. Es un hecho voluntario del hombre al responder al llamado de Dios. Denota una vuelta activa y no solo un sentimiento de remordimiento, o una disculpa. Es más que una resolución o reforma moral; es una decisión espiritual y un cambio espiritual.
El arrepentimiento es el primer hecho de fe, e incluye varios elementos importantes: el reconocimiento del pecado, la confesión del pecado, la contrición por el pecado, y una decisión de dejar el pecado.
Por supuesto, la palabra arrepentirse puede tener usanzas que no tienen que ver con la salvación. Aquí hay algunos ejemplos: (1) Dios se arrepintió de haber creado al hombre (Génesis 6:6). Aquí la palabra significa dolor, pesar, o remordimiento. (Véase NVI y LBA.) (2) Dios se arrepintió del juicio que había planeado para Nínive (Jonás 3:10). Dios cambió su plan porque los de Nínive cambiaron su mala conducta y se volvieron a El. (3) Dios prometió que nunca se arrepentiría de su decisión de hacer del hombre Cristo un sacerdote según el orden de Melquisedec (Salmo 110:4). El prometió no cambiar de actitud. (4) Esaú procuró con lágrimas una oportunidad de arrepentirse, pero lo hizo en vano (Hebreos 12:16-17). Sin éxito, Esaú trató de cambiar la actitud de su padre sobre la primogenitura y la bendición dada a Jacob (Génesis 27:34-38). Ninguno de estos pasajes se refiere a la salvación, sino demuestran que el arrepentimiento puede referirse a otras situaciones.


Reconocimiento del Pecado
Antes de que alguien pueda arrepentirse del pecado, debe comprender en primer lugar que es un pecador. Jesús dijo, “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (Marcos 2:17; Lucas 5:32). Todos han pecado, de manera que Jesús realmente vino para el mundo entero. Sin embargo, El declara que salvará solamente a aquellos que reconocen sus pecados.
“Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3). Sin Dios todos nosotros somos pobres espirituales, pero solamente los que reconocen su pobreza buscarán a Dios y hallarán las riquezas celestiales. Muchas personas que son moralmente buenas y muy religiosas encuentran difícil arrepentirse y recibir el Espíritu Santo, porque no se dan cuenta de su gran necesidad y no desarrollan un sentido de urgencia. Puede haber arrepentimiento solamente cuando el hombre reconoce sus pecados y reconoce su necesidad de Dios.


Confesión de los Pecados
Una vez que alguien comprende que es de hecho un pecador, debe confesarlo ante Dios. Dios ya sabe todo, pero El requiere la confesión honesta acerca de lo que uno es. “El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia” (Proverbios 28:13). Cuando la gente recibió de Juan “el bautismo para arrepentimiento”, entraban en el agua “confesando sus pecados” (Marcos 1:4-5). Si uno peca después de la conversión, la confesión es todavía parte del arrepentimiento (1 Juan 1:9).
Confesamos nuestros pecados directamente a Dios, porque El es el único que puede perdonarnos nuestros pecados (Isaías 43:25; Marcos 2:7). No tenemos necesidad de un mediador terrenal porque el hombre Jesús es nuestro mediador y el sumo sacerdote (1 Timoteo 2:5; Hebreos 4:15-16). Es apropiado que alguien confiese su arrepentimiento públicamente (Hechos 19:18). Además, hay momentos cuando debemos confesar nuestros pecados los unos a los otros, por ejemplo, cuando buscamos la oración por nosotros mismos o cuando hemos hecho mal a alguien y buscamos su perdón (Lucas 17:3-4; Santiago 5:16).
La confesión debe ser tan pública como el pecado. La confesión no significa necesariamente nombrar cada pecado que uno haya cometido a lo largo de vida, aunque uno sí debe pedirle a Dios que perdone todos los pecados que El pueda recordar. Sin embargo, la esencia de la confesión es hacer saber a uno mismo y a Dios que se es un pecador, pidiendo el perdón de Dios, y pidiendo la ayuda de Dios para vencer el pecado en el futuro.


Contrición por el Pecado
Junto a la confesión, debe haber contrición, es decir, una tristeza genuina por los pecados cometidos. El pecador debe sentir remordimiento por las cosas malas que ha hecho, y su corazón debe estar quebrantado a causa de sus pecados. “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” (Salmo 51:17). El pecador debe sentir en sí mismo un poco del desagrado de Dios, y no solamente un dolor o remordimiento humano. “Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse: pero la tristeza del mundo produce muerte” (2 Corintios 7:10).
Muchas personas sienten pena por sus pecados pero no se han arrepentido de una manera auténtica. Sienten pena por las consecuencias del pecado, pero no dejan de pecar. A veces el pecado los pone en situaciones terribles y sienten pena por el hecho de haber caído en aquellas situaciones. Sin embargo, cuando tienen una oportunidad de escaparse de aquellas situaciones, continúan viviendo en el pecado.
A veces la gente llora en el altar porque siente pena por sí misma y está disgustada acerca de su dificultad, pero no desea entregar su vida totalmente a Dios. Estos son ejemplos de la tristeza mundana que no pueden traer el arrepentimiento. El verdadero arrepentimiento surge de la tristeza que es según Dios, la cual hará que una persona sienta remordimiento por sus pecados, que tome una decisión de cambiar su estilo pecaminoso de vivir, y que no sienta pena de haber hecho el cambio.


La Decisión de Dejar el Pecado
Proverbios 28:13 dice que debemos confesar los pecados y apartarnos de ellos para obtener misericordia. Ahora debemos dejar el pecado y volvernos a Dios. El arrepentimiento es más que sentir dolor a causa de los pecados; también incluye una determinación de hacer algo con aquellos pecados. El arrepentimiento es más de una confesión de los pecados; incluye también el abandono de los pecados con la ayuda de Dios.
Juan el Bautista enfatizó este elemento del arrepentimiento. Cuando las multitudes llegaron para ser bautizadas, El les dijo, “¿O generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento” (Lucas 3:7-8). El rehusó bautizar a muchos que se le acercaron hasta que mostraran primeramente una evidencia del arrepentimiento. Para él, el arrepentimiento era mucho más que una decisión mental; era una decisión espiritual que provocaba  un cambio de vida. Así como Juan, Pablo predicó que los hombres “se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento” (Hechos 26:20). El verdadero arrepentimiento produce un cambio verdadero en las acciones de uno.
Esto no significa que el arrepentimiento requiere de un cierto período de tiempo para que se pruebe ante Dios. Dios sabe al instante si alguien ha decidido de veras desechar el pecado, así que uno puede arrepentirse y recibir el Espíritu en un corto momento. Desgraciadamente, algunos reniegan posteriormente de este compromiso, pero al momento en que recibieron el Espíritu, verdaderamente habían decidido dejar el pecado.


La Restitución
Como una parte de dejar el pecado, la persona verdaderamente arrepentida hará un esfuerzo de corregir la magnitud posible del impacto de sus pecados contra otros. Esto se llama la restitución. Por ejemplo, si ha robado algún dinero, lo reembolsará (Lucas 19:8). Si ha ofendido a otros, buscará su perdón. Si ha hecho daño a alguien por medio de una mentira o un chisme, hará un esfuerzo de reparar el daño hecho y de corregir lo dicho.
Jesús enseñó, “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” (Mateo 5:23-24). El plan de Dios para el perdón no permite que nadie siga disfrutando los beneficios terrenales de su pecado sin la restitución, ni elimina la necesidad de buscar el perdón de alguien contra quién ha hecho mal.


El Arrepentimiento y las Emociones
El arrepentimiento afectará la parte emocional del hombre, puesto que incluye la tristeza divina y el remordimiento. Por lo general producirá unas lágrimas y otras demostraciones físicas de esta emoción. Sin embargo, una muestra de emoción no puede servir como sustituto para el arrepentimiento. Algunos lloran porque lo que sienten por sí mismos pero no porque sientan tristeza divina. Algunos responden a la presencia de Dios, pero no proceden al arrepentimiento completo. A veces, Dios les permite sentir su presencia como un medio para atraerlos al arrepentimiento, pero no debemos cometer el error de pensar que esto es el verdadero arrepentimiento.
Cuando alguien se arrepiente, sentirá alegría porque está siendo restaurado a su comunión con Dios. También hallará alivio por haber tomado esa decisión para ya no tener que enfrentar al pecado solo. Sin embargo, no debe permitir que este gozo y este alivio le estorben para seguir adelante, porque Dios le tiene mucho más. Dios quiere resolver para siempre el problema de sus pecados pasados por medio del bautismo en agua, y quiere darle el Espíritu Santo. Algunas personas se detienen cuando sienten el gozo del arrepentimiento, sin embargo deben proceder al bautismo en agua que es otra experiencia jubilosa. Entonces, por medio de las alabanzas a Dios, recibirán el Espíritu.


Unos Ejemplos de Arrepentimiento
La parábola del hijo pródigo ilustra todos los elementos del arrepentimiento (Lucas 15:11-32). En la historia, el hijo errante llegó a un reconocimiento de su pecado y de su condición desesperada: “El, volviendo en sí” (Lucas 15:17). Entonces hizo una decisión de volver a su hogar y de buscar el perdón: “Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como uno de tus jornaleros” (Lucas 15:18-19). Así, él dejó el lugar donde estaba, regresó al hogar de su padre, y confesó su pecado con contrición (Lucas 15:20-21).
Otra parábola muestra la actitud apropiada al arrepentirse (Lucas 18:9-14). Un fariseo, parado en el Templo, oró y dio gracias a Dios porque él no cometía pecados, y se jactó ante Dios de sus obras buenas. Un recaudador de impuestos también vino a orar. El se acercó Dios con humildad y golpeó su pecho en una expresión emotiva y sincera de contrición. El oró, “Dios, sé propicio a mí, pecador.” Jesús condenó al fariseo, pero encomió al recaudador de los impuestos, quien era franco y arrepentido.
La oración de David después de haber cometido adulterio con Betsabé es un hermoso ejemplo para un hijo de Dios que ha pecado, y el espíritu de su oración es característico de todo verdadero arrepentimiento. “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos. . . Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve. . . Esconde tu rostro de mis pecados, y borra todas mis maldades. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu Santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente” (Salmo 51:1-4, 7, 9-12).


La Fuente del Arrepentimiento
El arrepentimiento es parte de la salvación, de modo que la oportunidad y la capacidad de arrepentirse provienen de la gracia de Dios. La bondad de Dios lleva a los hombres al arrepentimiento (Romanos 2:4). El arrepentimiento para vida es una dádiva que Dios proporciona (Hechos 11:18; 2 Timoteo 2:25). Solo Dios puede dar la tristeza que produce el arrepentimiento (2 Corintios 7:10). Cuando alguien se arrepiente, simplemente responde al llamado universal de Dios y voluntariamente acepta la obra salvadora de Dios.
El arrepentimiento no gana la salvación, pero lo califica a uno para recibirla, y da inicio a la obra de la salvación. El arrepentimiento, entonces, viene por la gracia de Dios a través de la fe. Los hombres llegan al arrepentimiento en medio de situaciones que enfatizan la presencia de Dios, su Palabra, y la fe en El.
Se requiere el Espíritu de Dios para llevar los hombres al arrepentimiento. Jesús dijo, “Y cuando El [el Espíritu Santo] venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16:8). Los trucos sicológicos no producirán el verdadero arrepentimiento; se requiere el poder del Espíritu de Dios para producir la convicción del pecado.
En lugar de hacer énfasis en la oratoria, en técnicas persuasivas, o en tácticas de susto, debemos concentrarnos para preparar un ambiente espiritual. La persuasión verbal y las advertencias tienen su lugar, pero nuestra mayor preocupación debe ser permitir que el Espíritu tenga perfecta libertad, porque solo Dios puede atraer a los hombres a sí mismo (Juan 6:44).
La Palabra de Dios tiene el poder de llevar a los hombres al arrepentimiento mientras el Espíritu lo aplica a los corazones. La Palabra predicada trae a los hombres a un reconocimiento de sus pecados y de su necesidad de Dios. El sermón de Pedro en el Día de Pentecostés trajo convicción y un deseo de arrepentirse: “Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?” (Hechos 2:37). La predicación de Jonás trajo a la ciudad entera de Nínive al arrepentimiento. Otra vez, nuestro énfasis no debe ser ni en ideas artificiales ni en técnicas sino en la pura Palabra de Dios.
Los ministros deben predicar contra el pecado y deben definirlo para que el pecador pueda darse cuenta de su pecado. Natán nombró explícitamente el pecado de David, y Juan el Bautista nombró el pecado de Herodes. Juan les dijo a los cobradores de los impuestos, “No exijáis más de lo que os está ordenado” y les dijo a los soldados, “No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario” (Lucas 3:12-14).
En nuestro día se habla demasiado en términos generales al proclamar la Palabra de Dios. Donde la Palabra revela el pecado, debemos ser específicos. Si predicamos la Palabra, Dios la aplicará a los corazones individuales. El oír la Palabra de Dios produce fe (Romanos 10:17), y la fe hará que el hombre obedezca el mandamiento de arrepentirse.
El arrepentimiento viene como una reacción al poder del Espíritu de Dios que atrae al oyente y produce la convicción, viene como una reacción de oír la Palabra de Dios, y viene como una reacción al impulso de una fe que va despertando en Dios. Desde el punto de vista de Dios, es una dádiva que El da para ayudar al hombre a hallar la salvación; desde el punto de vista del hombre es su primer hecho voluntario de fe en Dios.


El Mandamiento de Arrepentirnos
El arrepentimiento es absolutamente necesario para la salvación; la Biblia manda a todos que se arrepientan. Cuando Adán pecó, Dios le entrevistó y esperó una confesión (Génesis 3:9-13). En el día de Noé, Dios destruyó a todos menos a ocho almas porque la humanidad no se arrepentía. El no destruyó la ciudad mala de Nínive solo porque sus habitantes se arrepintieron en reacción a la predicación de Jonás. En Ezequiel, Dios le rogó a Israel que se arrepintiera: “Por tanto, yo os juzgare a cada uno según sus caminos, oh casa de Israel, dice Jehová el Señor. Convertíos, y apartaos de todas vuestras transgresiones, y no os será la iniquidad causa de ruina. Echad de vosotros todas vuestras transgresiones con que habéis pecado, y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué moriréis, casa de Israel? Porque no quiero la muerte del que muere, dice Jehová el Señor; convertíos, pues, y viviréis” (Ezequiel 18:30-32). “Diles: Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de Israel?” (Ezequiel 33:11). Estos pasajes muestran la compasión de Dios, la necesidad del arrepentimiento, y la definición del arrepentimiento como una vuelta del pecado hacia Dios.
Juan el Bautista predicó enérgicamente el mensaje de arrepentimiento (Mateo 3:1-11; Marcos 1:4-5; Lucas 3:3-9), y también lo hizo Jesús. Jesús proclamó, “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17). “Arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:15). “Os digno, No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lucas 13:3, 5). Mientras Cristo estaba en la tierra, El envió a sus discípulos a predicar el arrepentimiento (Marcos 6:12), y justo antes de su ascensión, los comisionó otra vez para predicar el arrepentimiento (Lucas 24:47). Pedro predicó el arrepentimiento (Hechos 2:38; 3:19), y también lo hizo Pablo (Hechos 26:20).
Pablo dijo a los de Atenas, “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan.” (Hechos 17:30). En los tiempos del Antiguo Testamento, Dios no exigía a los gentiles que obedecieran cada mandamiento de la ley de Moisés puesto que eran ignorantes de la ley. Sin embargo, Dios los juzgó por la norma de conciencia y por la ley natural y los halló culpables aún en esa base (Romanos 2:12-16). En estos tiempos del Nuevo Testamento, los judíos y los gentiles están en igual condición; todos oyen el mismo llamado a arrepentirse. Dios no quiere “que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9).


¿Qué Pasa Cuando Alguien se Arrepiente?
Cuando alguien se arrepiente, quiere decir que empieza a permitir que Dios obre en su vida. Decide dejar el pecado y volverse a Dios, y deja que Dios se vuelva hacia El. Como parte de dejar el pecado, Dios le ayuda a romper el dominio de los hábitos y deseos pecaminosos. Como parte de la vuelta hacia El, Dios le permite que empiece una relación personal con El.
Desde el momento del pecado de Adán y Eva, el pecado ha separado al hombre de Dios, porque el hombre pecador no puede tener comunión con un Dios santo. Cuando el hombre se arrepiente del pecado, El puede empezar a disfrutar la comunión con Dios con base a la muerte sustitutiva de Jesucristo. El arrepentimiento quita la barrera que el pecado erigió y hace posible que el hombre y Dios empiecen una relación personal. Entonces el arrepentimiento califica a una persona para el bautismo en agua y para recibir el bautismo del Espíritu Santo.

Cómo se Relaciona el Arrepentimiento con el Bautismo en Agua y el Bautismo del Espíritu
Como un primer paso hacia Dios, el arrepentimiento no trae todo el poder de la salvación, aunque sí trae sentimientos emocionales positivos y una fuerza limitada y temporal para romper el dominio del pecado. Tanto el bautismo en agua como el bautismo del Espíritu son necesarios para completar la obra que el arrepentimiento empieza.
Juntos, el arrepentimiento y el bautismo en agua producen la obra completa del perdón. En el bautismo Dios lava completamente los pecados porque quita el registro de ellos y la pena del pecado eternamente. (Véase el capítulo 6)
Algunos dicen que Dios perdona el pecado en el arrepentimiento y remite el pecado en el bautismo en agua. Las dos palabras, perdonar y remitir, vienen de la misma palabra griega, aphesis. (Véase el capítulo 6) Hablando teológicamente, entonces, el perdón y la remisión son condiciones equivalentes, y el perdón (o remisión) viene con la combinación del arrepentimiento y el bautismo en agua. No debemos separar las dos experiencias.
Únicamente para propósitos de estudio, quizás podríamos hacer la siguiente distinción: en el arrepentimiento, Dios destruye el dominio presente del pecado en la vida de una persona, y quita la barrera que previene de una relación personal con El. En el bautismo en agua, Dios quita el registro legal del pecado y borra la pena para aquel pecado, es decir, la muerte. En el arrepentimiento, Dios trata con las consecuencias presentes del pecado; y en el bautismo en agua con las consecuencias futuras del pecado. Ambos son necesarios para recibir el perdón. Por eso Pedro dijo, “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados” (Hechos 2:38). (La Nueva Versión Internacional es más enfática: “Arrepiéntanse y bautícense cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo, para que sus pecados puedan ser perdonados.”)
El arrepentimiento no es suficiente sin el bautismo del Espíritu Santo. El arrepentimiento solo trae un poder temporal y limitado sobre el pecado, pero el poder permanente e ilimitado solo viene después del bautismo del Espíritu (Hechos 1:8). Los santos del Antiguo Testamento se arrepintieron, pero esto no les dio una naturaleza regenerada que contara permanentemente con el poder vencedor. (Véase el capítulo 8.) Ni la Ley de Moisés ni la mente humana pueden dar el poder sobre el pecado (Romanos 7:15-25). Solo el Espíritu imparte el poder sobre el pecado y el poder de cumplir la justicia que la Ley enseñaba pero no podía impartir (Romanos 8:2-4). En el arrepentimiento Dios da la capacidad inicial de romper el dominio del pecado, pero el Espíritu que mora en los  creyentes hace posible la realidad de una nueva vida diaria en Cristo (Romanos 8:10, 13).
Jesús enseñó que cuando un espíritu inmundo sale de un hombre, va a otras partes buscando reposo (Lucas 11:24-26). Cuando no encuentra ningún otro lugar a donde ir, regresa a su casa anterior (el hombre). Si la encuentra vacía, barrida y adornada (puesta en orden), toma otros siete demonios consigo y vuelve a entrar en la casa. Esta historia contiene un principio pertinente a nuestra discusión. A saber, meramente dejar el mal no es suficiente; uno debe reemplazar el mal con el bien. Limpiar la vida no más y ponerla en orden una vez no es suficiente; uno debe recibir el poder para mantenerla así. El hombre que solamente se arrepiente llegará a ser víctima de un ciclo interminable y frustrante del arrepentimiento y el fracaso, y eventualmente será peor que nunca. Hoy en día este es un gran problema de la cristiandad. Muchos grupos proclaman la necesidad del arrepentimiento y de la moralidad pero no predican el bautismo del Espíritu que da el poder de hacer que la cristiandad sea un éxito en vez de un fracaso. El Espíritu llenará la vida vacía, la guardará limpia y dará el poder de resistir el diablo cuando él vuelva.


Unas Pautas Para Ayudar en el Altar
Es importante que aquellos que ayudan en el altar a las personas que están orando para recibir el Bautismo del Espíritu Santo tengan una comprensión correcta del arrepentimiento. Abajo citamos algunas pautas prácticas basadas en nuestra discusión.
(1) Debemos enfatizar el mover del Espíritu de Dios, no trucos o técnicas. Las frases o los movimientos especiales no pueden sustituir al arrepentimiento.
(2) Debemos hacer el esfuerzo de discernir dónde está espiritualmente la persona que está orando para recibir el Bautismo del Espíritu Santo. Si no se ha arrepentido totalmente, no debemos obligarle prematuramente a expresar gozo y a orar para recibir el Espíritu. Una vez que se haya arrepentido, podemos animarle a alabar a Dios y a creer para recibir el Espíritu.
(3) Podemos ponernos a nosotros mismos en la posición del que está orando para recibir el Bautismo del Espíritu Santo y podemos orar con él. Esto le mostrará cómo debe orar y nos ayudará a orar sintiendo carga por él.
(4) Si la persona que está orando para recibir el Bautismo del Espíritu Santo no parece estar progresando, puede ser que haya varios problemas, cada uno de los cuales requiere un tratamiento diferente. El problema puede ser que no entiende qué es el arrepentimiento, le falta de rendir todo a Dios, tiene falta de deseo (hambre, desesperación, sentido de urgencia), tiene falta de tristeza divina, o tiene falta de fe.
(5) No debemos tratar de enseñarle a hablar en lenguas. Esta señal vendrá según como el Espíritu dé la pronunciación. En vez de enfatizar que él debe ceder el control de su lengua a Dios, debemos enfatizarle que debe ceder su mente y vida entera a Dios. Cuando la persona que está orando para recibir el Bautismo del Espíritu Santo entregue todo a Dios, se concentre totalmente en El, y ejerza la fe, podrá ceder su lengua a Dios.
(6) Debemos evitar las prácticas que distraen, como sacudir a la persona que está orando para recibir el Bautismo del Espíritu Santo, golpearle, obligarle a hacer ciertas cosas, darle consejos contradictorios, o incomodarle en otras maneras. A veces la gente se arrepiente y recibe el Espíritu a pesar de los obreros del altar y no debido a ellos.
Si la persona que está orando para recibir el Bautismo del Espíritu Santo es sincera y está dispuesta a arrepentirse, recibirá el Espíritu en un tiempo corto. Si no lo recibe en un tiempo corto, hay algo que le falta en su arrepentimiento o en su fe. En tal caso, los obreros del altar deben ser sensibles espiritualmente y tener el conocimiento adecuado para poder ayudarle a superar estas dificultades.


El Arrepentimiento y el Cristiano
Si pecamos después de haber renacido, todavía tenemos una provisión de perdón por medio de la confesión del pecado a Jesucristo (1 Juan 1:9; 2:1). No hay necesidad de ser bautizados nuevamente, porque hay solo un bautismo y es eficaz para todos los pecados de los cuales nos hemos arrepentido, aunque los hubiéramos cometido antes o después del bautismo en agua. El perdón de Dios no tiene ningún límite en esta vida siempre y cuando nos arrepintamos de veras. Dios espera que nosotros perdonemos sin límite a quien se ha arrepentido verdaderamente, y El hará nada menos por nosotros (Mateo 18:21-22; Lucas 17:3-4). La cuestión importante es que sintamos sinceramente el remordimiento por nuestros pecados y que determinemos honestamente portarnos mejor con la ayuda de Dios.
Por supuesto, el primer principio para un creyente renacido es, “No peques” (1 Juan 2:1). Si pecamos, debemos confesarlo, obtener perdón, y no aceptar ninguna condenación (Romanos 8:1). Sin embargo, no siempre debemos necesitar arrepentirnos de las mismas cosas puesto que el Espíritu da la fuerza para vencer. El arrepentimiento es una doctrina fundamental, pero es necesario que no nos quedemos todo el tiempo en esta fase fundamental. “Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas. . .” (Hebreos 6:1). El arrepentimiento siempre está disponible para un cristiano, pero habrá un momento cuando él debe madurar hasta donde la necesidad de arrepentirse del pecado llegue a ser la excepción en vez de la regla.


La Necesidad de Enfatizar el Arrepentimiento

Hoy en día muchas iglesias han descuidado la doctrina y la práctica del arrepentimiento. Si esperamos que los inconversos sean salvos, debemos predicar y enseñar el arrepentimiento con la unción del Espíritu. Los predicadores deben nombrar al pecado y deben ser específicos en explicar el arrepentimiento. Los ministros deben aconsejar a quienes desean ser bautizados para estar seguros de que ellos realmente se han arrepentido, porque sin el arrepentimiento el bautismo llega a ser un símbolo vacío. Los que ayudan en el altar deben guiar primeramente al arrepentimiento a la persona que está orando para recibir el Bautismo del Espíritu Santo, porque sin el verdadero arrepentimiento nunca habrá un bautismo del Espíritu.

Los métodos que no están de acuerdo con las Escrituras no traen el bautismo del Espíritu. Primeramente, debe haber un verdadero arrepentimiento. Por supuesto, una persona puede y debe recibir el Espíritu Santo sin demora, pero debe arrepentirse primeramente. El Espíritu Santo ni entrará ni morará en un templo espiritualmente sucio (2 Corintios 6:17-7:1). Es imposible volverse hacia Dios sin dejar primeramente el pecado.

¿Podría ser que la cristiandad está llena de gente que profesa a Cristo pero a la vez no se ha arrepentido? ¿Podría ser que muchos buscan las bendiciones, los milagros, y las experiencias sensacionales sin el arrepentimiento? Muchas figuras públicas y celebridades dicen que han nacido  de nuevo, pero continúan participando en actividades sucias e impías. No obstante, sus declaraciones y confesiones no son válidas. De algún modo debemos comprender que sin el arrepentimiento y la santidad, todas las experiencias espirituales son sin valor.

Los que ignoran el arrepentimiento están sustituyendo el plan de Dios por su propio plan, tal como hizo Caín cuando ofreció verduras en vez de un sacrificio de sangre. Puede ser que ellos disfruten de las bendiciones temporales, pero como el hombre que no tenía su vestido de boda en la fiesta de bodas, serán expulsados cuando venga el rey (Mateo 22:11-14).

Algunos parecen disfrutar las bendiciones de Dios y siempre vivir vidas impías, inmundas y mundanas. Debido a que Dios no ejecuta el juicio rápidamente, piensan que se han escapado (Eclesiastés 8:11) y no comprenden que Dios les extiende su bondad, su longanimidad y su paciencia para que puedan tener tiempo para arrepentirse (Romanos 2:4; 2 Pedro 3:9). Es indispensable arrepentirse y vivir una vida arrepentida.


Conclusión

El arrepentimiento es volverse del pecado hacia Dios. Es la primera reacción de fe al llamado de Dios. El arrepentimiento incluye el darse cuenta del pecado, la confesión del pecado, la contrición por el pecado, y una decisión de dejar el pecado. Es la muerte al pecado, y abre la posibilidad de una relación permanente con Dios.

El arrepentimiento por sí sólo no es la obra completa de la salvación. El bautismo en agua hace que sea permanente la renuncia al pecado por  haber sepultado al viejo hombre, y el bautismo del Espíritu hace que sea permanente la vuelta hacia Dios, pues Dios imparte una nueva naturaleza con el poder de vencer a diario sobre el pecado. Sin el arrepentimiento, el bautismo en agua no tiene ningún valor, y sin el arrepentimiento uno no puede recibir el bautismo del Espíritu.

Si deseamos retener el Espíritu de Dios en nuestras vidas, debemos vivir una vida arrepentida. Si deseamos ver la salvación de otros, debemos predicar y enseñar el verdadero arrepentimiento.



IGLESIA APOSTOLICA DEL NOMBRE DE JESUS AVILES ASTURIAS




baututizamos en el nombre de Jesus
  EL NOMBRE DEL PADRE DEL HIJO Y DEL ESPIRITU SANTO ES: JESUCRISTO



hechos 2:38
  y pedro les dijo arrepentios y bauticece cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para el perdon de los pecados y recibireis el don del espiritu santo.
colosenses 3:17
  y todo lo que haceis de palabra o de hecho hacedlo en el nombre del señor jesus dando grasias a Dios padre por medio de el
 

colosenses 3:23 - 24
  y todo lo que hageis, hacedlo de corazon, como para el Señor y no para los hombres
sabiendo que del Señor recibireis la recompensa de la herencia por que a cristo
el señor servis



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